Localizaciones en:
Asturias:
Cabrales: Cueva de la Covaciella.
Candamo: Cueva de la Peña.
Peñamellera Alta: Cueva de Llonín.
Ribadedeva: Cueva del Pindal.
Ribadesella: Cueva de Tito Bustillo.
Cantabria:
Camargo: Cueva de El Pendo.
Puente Viesgo: Cuevas del Monte Castillo (El
Castillo, La Pasiega, Las Chimeneas y Las Monedas).
Ramales de la Victoria: Cueva de Covalanas.
Ribamontán al Monte: Cueva de La Garma.
Rionansa: Cueva de Chufín.
San Felices de Buelna: Cueva de Hornos de la Peña.
Santillana del Mar: Cueva de Altamira.
País Vasco:
Aya (Guipúzcoa): Cueva de Altxerri.
Deva (Guipúzcoa): Cueva de Ekain.
Cortézubi (Vizcaya): Cueva de Santimamiñe.
La cueva de Altamira está situada dentro del
territorio de Santillana del Mar, Cantabria
(España), cerca de la capital municipal.
En ella se conserva uno de los ciclos pictóricos más
importantes de la Prehistoria. Pertenece a los
períodos Magdaleniense y Solutrense, dentro del
Paleolítico Superior. Su estilo artístico constituye
la denominada escuela franco-cantábrica,
caracterizada por el realismo de las figuras
representadas. Fue declarada Patrimonio de la
Humanidad en 1985.
Las pinturas de Altamira
Localización - Santillana del Mar (Cantabria)
Datación - Su realización data del año 12.000
a. C.
Pigmentos empleados
La pintura está hecha con pigmentos minerales ocres,
marrones, amarillentos y rojizos, mezclados con
aglutinantes como la grasa animal. El contorno de
líneas negras de las figuras se realizó con carbón
vegetal. Se aplicaron con los dedos, con algún
utensilio a modo de pincel y en ocasiones soplando
la pintura a modo de aerógrafo.
Tratamiento del volumen
Aprovechan el relieve natural de la roca y a veces
la modelan interiormente para dar un efecto de
volumen y movilidad.
Tratamiento del movimiento
El relieve de la cueva y el raspado de ciertas zonas
aporta a las imágenes gran movilidad y expresividad.
Iconografía
Las representaciones rupestres de Altamira podrían
ser imágenes de significado religioso, ritos de
fertilidad, ceremonias para propiciar la caza o
puede interpretarse como la batalla entre dos clanes
representados por la cierva y el bisonte.
La cueva de Altamira
Es relativamente pequeña, tiene 270 metros de
longitud. Presenta una estructura sencilla formada
por una galería con escasas ramificaciones. Se
definen tres zonas: la primera está formada por un
vestíbulo amplio, iluminado por la luz natural y fue
el lugar preferentemente habitado por generaciones
desde comienzos del Paleolítico Superior. La segunda
es la gran sala de pinturas polícromas, apodada
«Capilla Sixtina del Arte Cuaternario». Finalmente,
existen otras salas y corredores en los que también
hay manifestaciones artísticas de menor
trascendencia.
El animal más representado es el
bisonte. Hay
16 ejemplares de diversos tamaños, posturas y
técnicas pictóricas. Se observan junto a caballos,
ciervos y signos tectiformes. Los artistas de la
cueva de Altamira dieron solución a varios de los
problemas técnicos que la representación plástica
tuvo desde sus orígenes en el Paleolítico. Tales
fueron el realismo anatómico, el volumen, el
movimiento y la policromía.
La sensación de
realismo se consigue mediante el
aprovechamiento de los abultamientos naturales de la
roca que crean la ilusión de volumen, la viveza de
los colores que rellenan las superficies interiores,
rojo, negro, amarillo, pardos, y la técnica del
dibujo y del grabado, que delimita los contornos de
las figuras.
El Bisonte encogido es una de las pinturas
más expresivas y admiradas de todo el conjunto. Está
pintado sobre un abultamiento de la bóveda. El
artista ha sabido encajar la figura del bisonte,
encogiéndolo, plegando sus patas y forzando la
posición de la cabeza hacia abajo. Todo ello destaca
el espíritu de observación naturalista de su
realizador y la enorme capacidad expresiva de la
composición.
La gran cierva, la mayor de todas la figuras
representadas, tiene 2,25 m. Manifiesta una
perfección técnica magistral. La estilización de las
extremidades, la firmeza del trazo grabado y el
modelado cromático le dotan de un gran realismo. No
obstante, acusa, en su factura algo pesada, una
cierta deformación. Seguramente originada por el
cercano punto de vista del autor. Debajo del cuello
de la cierva aparece un pequeño bisonte en trazo
negro.
El caballo ocre, situado en uno de los
extremos de la bóveda, fue interpretado por Breuil
como una de las figuras más antiguas del techo. Este
tipo de póney debió de ser frecuente en la cornisa
cantábrica; pues también le vemos representado en la
cueva de Tito Bustillo, descubierta en el año 1968
en Ribadesella. Es muy posible que sea de la misma
tipología que el representado en la cueva alcarreña
de Los Casares.